PORTUGAL EN EL ÍNDICO (III): La evangelización de Goa y el declive del imperio portugués (1515 - 1663)


En el año 1514 el rey portugués Manuel envió una impresionante comitiva al Papa, compuesta de hombres, animales exóticos (panteras, leopardos, loros, elefantes y hasta rinocerontes) y regalos procedentes de las expediciones índicas.
En 1515 fallecía Afonso de Albuquerque, quien fue sucedido por Lopo Soares de Albergaria, noble portugués. Y en 1521 falleció el rey Manuel, quien fue sucedido por Juan III, que fue el último heredero del Imperio Portugués.
La exitosa experiencia imperial de Portugal en las costas del Océano Índico dio un giro radical a partir de 1517, cuando explotó en el centro de Europa la herejía protestante, que en pocas décadas rompió la Cristiandad mayor, en palabras de Francisco Elías de Tejada, el continente cristiano. La baja población de la metrópolis portuguesa hacía que el mantenimiento del Imperio fuera ruinoso. Curiosamente, en paralelo al declive imperial portugués se desarrolló una intensa labor de evangelización en Goa.
P. Shirodkar (1997), quien estudió los lazos culturales entre Portugal y Goa en el siglo XVI, afirmó que, cuando Afonso de Albuquerque conquistó Goa el 25 de noviembre de 1510, librándola del asedio musulmán, no modificó la organización administrativa básica existente. Poco a poco, los portugueses fueron introduciendo su propio sistema de administración y establecieron el Senado de Goa, la Fazenda, la Casa da Moeda, etc; pero al mismo tiempo fueron extremadamente cautelosos para no perturbar las antiguas instituciones indígenas tradicionales existentes, ya que la población local estaba muy apegada a ellas en el desempeño de sus actividades socio-religiosas[1].

Mucha información fidedigna sobre la vida en Goa de la primera época de la conquista de Goa está disponible en A Suma Oriental, escrita por el boticario del príncipe D. Afonso que llegó a Goa en 1511. Tomé Pires describe vívidamente la vida y la gente de Goa en aquella época. Revela que las caravanas de carretas de bueyes cargadas hasta los topes que venían de tierras lejanas fuera de Goa traían mercancías y los mercaderes disfrutaban mucho en comparación con la situación a la que tenían que enfrentarse con los musulmanes al mando de los asuntos antes de la llegada de los portugueses. Goa, según él, era un refugio para los comerciantes de todas las naciones y los hombres con enorme capital disponían de varios barcos con el buen puerto para prosperar. Los que surcaban sus naves eran los residentes locales, que eran buenos marinos. Como sus negocios eran a gran escala, los ingresos obtenidos por Goa en el fondeadero, así como los derechos sobre las mercancías, además del peaje recaudado a través de Tanadarias, oficinas del jefe de la policía local con autoridad militar para recaudar las importaciones y los gravámenes aduaneros, eran enormes. Reveló que esta gente rica de Goa tenía numerosos templos con sacerdotes brahmanes. Era costumbre que la mujer se inmolara en la pira de su marido. Si se negaba a sacrificar su vida en la hoguera, sus parientes eran deshonrados y el pueblo amonestaría a otras que no estuvieran a favor del sacrificio y obligarlas a inmolarse. Albuquerque tiene el mérito de haber puesto fin a esta práctica perniciosa e inhumana por razones humanitarias. Lo que es más importante es que la sociedad hindú de Goa de la época que nos ocupa no era diferente de sus homólogas del resto del país: era una sociedad dominada por las castas, socialmente bien unida, muy consciente de las costumbres, rituales y deidades.

Al igual que en la India continental, en Goa los gobernantes solían cobrar todas las tasas que querían, sometiendo así a la población a grandes penurias. Tal era la situación cuando Adilshah tuvo que ceder Goa a los portugueses, que al conquistarla aseguraron a la población que les permitirían pagar tanto como a sus predecesores. Pero mientras tanto surgía gradualmente otro escenario que estaba cambiando el perfil demográfico de Goa. En una década y media, en 1524, los portugueses que se casaron y se establecieron en Goa ascendían a 450, además de otros muchos, entre ellos fidalgos, caballeros y portadores de escudos y otros individuos de mérito que se habían dispersado fuera de la ciudad con hijos e hijas en edad de casarse y que, por su naturaleza, estaban poblando la tierra, creando así cambios étnicos.

Dom Joao, rey de Portugal, aprobó en 1526 el Foral dos uzos e costumbres os gancares e lavradores desta illa, carta que fue uno de los acontecimientos más significantes tras la ocupación; no sólo imprimió la huella de la dominación portuguesa y la afirmación del dominio, sino que también dio un giro repentino a la vida socio-religiosa de los goanos, además de introducir cambios revolucionarios en la administración de las aldeas. Dotó de tal poder a los virreyes, jefes tanadares, supervisores de rentas y magistrados de justicia que sus órdenes, decisiones y sentencias dieron lugar a una plétora de leyes sociales en los años venideros, aumentando así la influencia de la jurisprudencia en la vida cotidiana de los habitantes de Goa. La Carta abordaba el derecho civil, la legislación penal y fiscal, e incluso la economía rural de las comunidades y las cuestiones cívicas.

A cada uno de los ganvkars[2] se le pidió que cediera gratuitamente terrenos de su aldea que estuvieran desocupados para que fueran utilizados por los funcionarios de la aldea, a saber, el sacerdote del templo, el secretario, el portero, el arrendatario, el lavandero, el zapatero, el carpintero, el herrero, el ama del templo y un bufón. Se impedía a todo ganvkar ceder gratuitamente terrenos o huertos por el mero hecho de pagar una renta determinada, salvo autorización de la ordenanza a tal efecto. Si el ganvkar o la persona de la aldea deseaba vender alguna herencia en cualquiera de dichas aldeas se le impedía hacerlo sin el permiso de todos los ganvkars de la aldea. Del mismo modo, nadie podía comprar sin dicho permiso. Durante el tiempo de siembra y durante el tiempo de cosecha, el ganvkar principal tendría preferencia a la hora de arar y cosechar. Asimismo, el ganvkar principal cubría primero su casa con las hojas de las palmeras, las ollas.

Merece la pena echar un vistazo a la vida religiosa de los goanos[3] de la época, que se vio totalmente perturbada: Portugal embistió contra el hinduismo y los hindúes. La mayoría de los templos de Goa en Ilhas, Bardez y Salcete pertenecían a la secta saiva mayor y al culto Nath, siendo los restantes de la secta vaishnavita. Mientras los hindúes llevaban su vida según las prácticas ancestrales, los franciscanos, que se habían instalado en la isla de Anjediv, frente a Goa, en 1505, realizaron una labor evangelizadora constante desde 1518. Fray Antonio había suplicado al rey de Portugal que no permitiera a los yoguis entrar en Goa desde el continente porque llevaban consigo las flores ofrecidas a sus deidades en los templos y otras muestras con la ayuda de los cuales intentaron renovar las tradiciones paganas de los indígenas. Se estableció en Goa una estructura eclesiástica desde el inicio del establecimiento portugués[4], y el obispo de Dumenas, mencionando la existencia de «imágenes de los enemigos de la Cruz» en la isla, recomendó al rey que sería un gran servicio a Dios si los templos de la isla de Goa fueran demolidos y en su lugar se construyeran iglesias. Además, sugirió que el rey ordenara que todo aquel que deseara vivir en la isla y tener una residencia y tierras se convirtiera al cristianismo y, en caso de que no lo hiciera, abandonara la isla. Él tenía la firme convicción de que nadie en la isla podía permanecer sin convertirse, ya que si eran expulsados de la isla no podrían mantenerse.

La historiadora Rowena Robinson afirma que “la conversión de Goa al catolicismo fue en gran parte obra de varias órdenes religiosas que llegaron a Goa en el siglo XVI. Los franciscanos llegaron en 1517 y su labor se limitó principalmente a Bardez, mientras que los jesuitas fueron la orden más influyente que llegó a Goa, siendo los “responsables” de la conversión de Tiswadi y Salcette. Con su llegada en 1542, la actividad misionera en Goa recibió un gran impulso. Las otras dos órdenes importantes fueron los dominicos, que llegaron en 1548, y los agustinos, que lo hicieron unos años más tarde”[5].

En 1532 llegó a Goa un nuevo vicario general, Miguel Vaz, y en 1534 Goa fue elevada a rango de obispado (diócesis), aunque la escasa población de cristianos no lo justificara. En 1541, la Iglesia introdujo en Goa el Rigor de Misericordia, destruyendo todos los templos hindúes de la isla. Además, los importantes ganvkars hindúes se vieron obligados a acceder voluntariamente al desvío de los ingresos de las tierras de los templos arrasados para el mantenimiento de las iglesias, capillas, privando así de su sustento a los guravs, bailarinas, brahmanes, herreros y otros sirvientes. No sólo eso, sino que se ordenó nombrar capellanes a sacerdotes nativos porque la población local podía aceptarlos con satisfacción, ya que preferirían aprender fácilmente de ellos al no existir la barrera del idioma. En abril de 1541 el padre Miguel Vaz y Diogo de Borba establecieron la Cofradía de la Santa Fe para prestar ayuda a los cristianos pobres y para el mantenimiento de las iglesias. También contribuyó a erigir el Seminario de la Santa Fe y el Colegio de San Pablo para impartir educación sacerdotal a los jóvenes de Oriente. La Cofradía también buscó la preferencia de los cristianos en los puestos del gobierno. Al año siguiente, el desembarco del misionero jesuita Francisco Javier, el 6 de mayo de 1542, impulsó el proceso de evangelización en Goa y en otras partes del Sur, así como en el Lejano Oriente.

P. Shirodkar[6] narra cómo Miguel Vaz envió una nota al rey, que fue recibida por éste en noviembre de 1545 en la que pedía una orden especial para que en la isla de Goa no hubiera ningún templo hindú público o secreto y los infractores de la misma fueran castigados severamente. Recomendó que no se permitiera la fabricación de ídolos de madera, piedra, cobre o cualquier otro metal. Sugirió además que no se permitiera ninguna fiesta pública de los gentiles y que se impidiera a los brahmanes del continente refugiarse en sus casas. Quería que la Corona permitiera a las autoridades de San Pablo hacer redadas en las casas de los brahmanes y los gentiles si sospechaban de la existencia de ídolos. También quería que no se permitiera a ningún nativo (hindú) infiel ganarse la vida pintando imágenes cristianas sagradas. Todo esto generó resentimiento entre un sector de los nativos de Goa, como se desprende de la carta del Maestro Diego de Borba al sacerdote jesuita Simao Rodrigues, en la que afirma que los gentiles indios no deseaban conocer ni tener en alta estima el Santo Nombre. Frente a esta actitud, la Corona parece haber actuado con vehemencia siguiendo las recomendaciones de Miguel Vaz: ordenó al gobernador Martim Afonso de Souza que castigase severamente a aquellos que continuasen perpetuando la idolatría de cualquier tipo y permitiese a los conversos disfrutar de las exenciones y libertades en el pago de derechos que les permitiesen. El Gobernador también fue instruido para eximir a los cristianos de la India de ser reclutados por la fuerza en las fuerzas armadas portuguesas, evitando así la violencia.

Siguiendo la tendencia, la Corona ordenó al nuevo virrey, Dom Joao de Castro, que tratara bien y favoreciera a los nuevos conversos entre los nativos, de forma que se les permitiera ocupar todos los puestos en la ciudad de Goa y en los pueblos de la isla. En las instrucciones dadas al Padre Miguel Vaz, el rey le pedía que pusiera todo su empeño en el continente con cuidado y sin escándalos, quitando todos los ídolos y plantando en sus lugares las cruces, donde se pudiera enseñar a los nuevos cristianos todo lo posible de la religión para que ayudara a una mayor conversión.
También se había impuesto la regla de que en el momento en que los esclavos de los musulmanes y de los hindúes que se convirtieran al cristianismo, sus dueños debían venderlos inmediatamente sólo a los cristianos. Ningún brahmán o gentil debía ocupar cargo administrativo alguno. La Corona, en una maniobra destinada a dar mayor impulso a la evangelización, ordenó que los residentes y los nativos, si se convertían al cristianismo, gozaran del mismo estatus en la ciudad y en la isla de Goa que los portugueses. Tristemente, la tendencia general en la historiografía considera que se trató de maniobras de astucia táctica para “ganarse” a los nativos, y no que se les considerase realmente portugueses, tal como ocurría en las Américas. Desde la mentalidad laicista de la academia contemporánea es difícil de comprender que no hubiera intereses políticos tras estas ordenanzas, sino una genuina comprensión de la dignidad humana y un interés verdadero por la salvación de las almas.
El rey D. Sebastiao promulgó una ley más, ordenando que ya no hubiera templos ni ídolos en las casas de nadie, ni fuera de ellas, en la isla de Goa y otras zonas colindantes. También impuso restricciones a todo tipo de festividades por parte de los gentiles, tanto en sus residencias como fuera de ellas, además de prohibir todo tipo de fabricación de imágenes. Cualquiera que contraviniera esta ley perdería sus bienes, la mitad de los cuales irían a parar al acusador y el resto se utilizaría para las obras de la iglesia bajo cuya jurisdicción residía el culpable, que sería enviado a galeras sin perdón alguno.

En la historiografía académica, la cuestión de que la Corona y la Iglesia actuaran al unísono y se pretendiera eliminar el hinduismo se perciben de manera negativa. Ello se debe al laicismo de la historia como disciplina científica, que es incapaz de comprender y relatar de manera objetiva la coherencia de esta práctica durante el periodo de Cristiandad mayor medieval y la conciencia cristiana de ser la única religión verdadera, con la obligación, mandada por Cristo mismo, de convertir a todos los pueblos al cristianismo. Joseph Pearce resume bien la cuestión cuando afirma que “si intentamos estudiar la Historia a través de los prejuicios y las ideas preconcebidas de nuestro propio tiempo, sólo conseguiremos malinterpretar los motivos y las intenciones de las acciones históricas. Si no sabemos qué creían aquellas personas, no comprenderemos por qué actuaban y se comportaban como lo hacían. No comprenderemos realmente lo que ocurrió. Nuestro prejuicio o nuestra ignorancia nos habrán cegado. Para entender la Historia, hemos de entender a sus protagonistas lo suficiente como para empatizar, aunque no simpaticemos, con ellos”[7].

La Corona permitió a los hijos, nietos y parientes heredar los bienes de sus padres convertidos, ya fueran gentiles o musulmanes u otras personas infieles según la ley portuguesa. En caso de que se convirtieran, cada uno de ellos heredaría una tercera parte de la propiedad. La introducción de estas leyes creó disensiones en las familias hindúes y supuso una fuerte sacudida para el sistema de la familia conjunta, que se estaba desmoronando desde hacía mucho tiempo, pero que sobrevivió y volvió a crecer bajo dos creencias diferentes: el hinduismo y el cristianismo. Los hindúes sólo tenían dos opciones: emigrar o permanecer en una condición extremadamente servil aceptando la nueva fe en contra de sus deseos.

El 5 de septiembre de 1551 llegaba a Goa la expedición en la que iba el padre provincial de los jesuitas de la India, Melchor Núñez Barreto. Le acompañaban diez huérfanos formados doctrinal y musicalmente en el colegio dos Meninos Órphãos de Lisboa. Una de las principales actividades de estos niños era predicar y enseñar la doctrina por las calles. Con esta misión fueron embarcados muchos de los niños educados en ese colegio con destino a diferentes enclaves en América, África y Asia[8]. Los niños debieron alojarse en el colegio de São Paulo, instituido en 1548, el cual se convirtió en la principal institución jesuítica en India. Tenía su precedente en el Seminário de Santa Fé, instaurado un año antes de la llegada de los jesuitas a Goa. Poco después de la llegada de Francisco Javier, en 1542, se hicieron cargo primero de su administración espiritual y, unos años después, en 1549, también de la financiera, ya con su nueva denominación. Es muy probable que durante su estancia en Goa, que se prolongó más de dos años, los niños llegados en la expedición desarrollaran su actividad doctrinal por las calles cantando sus oraciones y canciones sacras, ya que este era uno de sus principales cometidos en la India, como señalaba Pedro Doménech, primer rector del colégio dos Meninos Órphãos de Lisboa, a Ignacio de Loyola, en una carta fechada el 1 de abril de 1551, pocos días después de que partiera la expedición: “Escreví a V.P cómo el rey me mandó que escogiese nueve destes ninyos para embiarlos a la India a ensinar los ninyos indios y particularmente en tres colegios que allá se hacen dellos, porque quiere que se críen con este spírito, digo en el spíritu y costumbres destes... Todos los días decían cantando Veni Creator Spiritus y O glosiosa Domina para que el Señor me iluminase en escoger aquellos que su majestad fuese más servido...”
Durante este tiempo, participarían igualmente en todas las celebraciones organizadas por la Compañía de Jesús, cantando en las misas y vísperas los domingos y fiestas más relevantes, como hacían en su residencia lisboeta, en unión de otros niños formados en el colegio de Goa. Núñez Barreto, en una carta de 9 de diciembre de 1551, pocos meses después de llegar, nos da cuenta de una de las actividades devocionales que la comunidad jesuítica organizaba los viernes, en la que estos niños huérfanos participaban cantando el salmo Miserere, en el estilo que debían hacerlo en el colegio en el que habían sido educados en Lisboa: “Às sextas feiras temos procição, que ordenou o padre mestre Gaspar [Barzeo], e despois pregação que se acaba jáa à noite. E acabando-sse começa a disciplina, com os meninos cantarem hum Miserere mei Deus polo modo de Lixboa”. Esta práctica pasional, celebrada los viernes, con procesión, oración y “disciplina” pública, acompañada del canto del salmo Miserere, la encontramos en diferentes establecimientos misioneros en Asia.

Durante el tiempo que la expedición estuvo en Goa, se produjo un hecho de especial trascendencia para la comunidad jesuítica: la llegada desde Malaca del cuerpo de Francisco Javier para ser enterrado en el colegio de São Paulo. Los niños participaron en las distintas ceremonias que tuvieron lugar esos días, como veremos en otro evento dedicado exclusivamente a este acontecimiento. Francisco de Sousa, en el Oriente conquistado a Jesu Cristo pelos Padres da Companhia de Jesus da Provincia de Goa (Lisboa 1710), explica: “No oriente foram estes meninos mui provectos na virtude e primeiras letras: destros nas solfas e variedade de instrumentos musicais; vinham eles criados com a doutrina da Companhia para se fazerem ministros idóneos do Evangelho e até, dizemos nós, para grandes divulgadores da lingua portuguesa... Estes foram os primeiros mestres de capela do seminario de Goa e os primeiros que no India, imitando os nove coros dos Anjos, serviram ao culto divino oficiando às missas a canto de órgão”.

Tras la muerte de San Francisco Javier el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Shangchuan, frente a la costa de China, su cuerpo fue enterrado allí inicialmente en una tumba sencilla. Reconociendo la importancia del santo, el cuerpo fue exhumado en febrero de 1553 y transportado a Malaca, donde permaneció en la iglesia de San Pablo durante varios meses. En diciembre de 1553 se tomó la decisión de trasladarlo a Goa, India, que era un importante centro de misiones jesuitas. A su llegada a Goa a principios de 1554, el cuerpo fue conservado en la Basílica del Bom Jesus y, sorprendentemente, permaneció incorrupto, sin mostrar signos de descomposición incluso después de años. Fue entonces cuando se expuso por primera vez a la veneración pública en Goa, del 16 al 18 de marzo de 1554.

La Santa Inquisición fue introducida en Goa en 1560. El jesuita Francisco Javier, canonizado más tarde como patrón de Oriente, había sido el primero en solicitar el establecimiento de la Inquisición en Goa en 1546, aunque tardó 14 años en concretarse. Durante los 248 años de su existencia, la Inquisición provocó migraciones masivas hasta el sur del país. Muchas familias se separaron definitivamente. Algunos dejaron atrás a sus parientes para convertirse o ya se habían convertido antes de su huida. Muchos pueblos se marcharon con sus deidades y las restablecieron en las regiones vecinas de Antruz y Sattari. Recordemos, para corregir las interpretaciones erróneas, que el tribunal de la Inquisición no trataba con no-cristianos, sino que investigaba la heterodoxia de los cristianos, especialmente los conversos, con el fin de averiguar si seguían practicando sus antiguas creencias de manera escondida.

Se produjo un gran número de bautismos en Tiswadi: según el Padre Lucena, en un año llegó a ser del orden de 20.000 y en 1560, según el Padre F. de Souza, el número era de 3092. Miguel Vaz destruyó multitud de templos hindúes a partir de 1546 y en 1567 los franciscanos demolieron cerca de 300 templos solamente en Bardez. La Inquisición en Goa fue abolida en 1812. La Corona portuguesa recalcó desde el principio a sus autoridades en Goa que la principal responsabilidad de la Corona en las conquistas era la conversión de los infieles. Y exhortaba a realizar vigorosos esfuerzos con celo para ver que ningún infiel permaneciera allí sin convertirse. De esta manera, de igual modo que se produjeron muchas conversiones, se produjo también un abandono del lugar por parte de muchas familias que quisieron conservar la religión hindú y se desplazaron a residir fuera del dominio portugués. Aun a pesar del descenso poblacional que ello implicó, el crecimiento del cristianismo fue tal que en 1567 se celebró en Goa el primer Concilio Provincial (asamblea eclesiástica provincial). 

En el Concilio se determinó que, junto a los templos hindúes, había que destruir también las mezquitas. Se deliberó contra todo tipo de ceremonias y festividades y modos de culto, la adoración de los demonios como deidades, la cremación de los muertos, y varios otros ritos, invocaciones, ayunos, procesiones, ceremonia del hilo, aplicación de pasta de sándalo -en la frente, sacrificio de animales, adoración de árboles, etc. (decreto nº 9-10).También se castigaba duramente a los gentiles que salían de los territorios portugueses para participar en las festividades de los templos o en las procesiones religiosas. El Concilio también deseaba que, en las aldeas, cuando se arrendaran las tierras llanas, sólo se dieran en arrendamiento, según la Carta, a los cristianos y no a los gentiles, y que la recaudación de impuestos se confiara únicamente a los cristianos (decreto núm. 15). Prohibió al pintor hindú pintar las imágenes de culto divino, al orfebre fabricar cálices, cruces, y a los hojalateros fabricar objetos de metal o artículos de hojalata (decreto nº 28).
Se abordaron también aspectos más personales (decreto núm. 42): se prohibió al neófito adjuntar la casta de su hijo. Tampoco podía permitir que su hijo se casara con una chica hindú. Se le impedía llorar en duelo por sus muertos como solía hacer antes de convertirse. No podía ir a ningún templo ni ofrecer dinero. Peor aún, si se ponía enfermo, ningún hindú, ni siquiera su propio padre, podía hacerle una visita de cortesía. Tampoco podía asistir a ningún festival hindú ni dirigirse a los territorios adyacentes del continente para compartir la alegría de celebrar las fiestas con los gentiles (decreto nº 42). Aconsejaba al párroco y al capellán que ayudaran a los neófitos a enterrar a sus muertos (decreto nº 45). La mayoría de estos decretos fueron legalizados por el virrey D. Antao de Noronha. Las medidas no tuvieron efecto inmediato, y los hindúes continuaron con sus viejas tradiciones de adorar a los ídolos como antes; lo cual obligó a la Corona a dictar una nueva orden en 1580 para poner fin a los «abominables errores» que perjudicaban las conversiones.

La 4ª asamblea eclesiástica que se celebró en Goa en 1592 tomó nota seriamente de la entrada de sacerdotes hindúes, astrólogos, yoguis, predicadores y kurumbins en la ciudad de Goa a través de los pasos de la isla, refugiándose en las casas de los hindúes y cristianos nativos recordando a los cristianos viejos y nuevos sus antiguos ritos y costumbres, fiestas, actuando así contra la fe cristiana. De ahí que recomendara que no se permitiera la entrada en la ciudad a tales individuos y que, si se les encontraba, fueran encarcelados y castigados, y que cualquiera que les diera cobijo fuera multado con 50 cruzados, además del castigo por el delito.

Es necesario leer entre líneas las afirmaciones de P. Shirodkar que estamos siguiendo principalmente hasta ahora con el fin de separar el trigo (datos y hechos históricos) de la paja (la ideología del autor). Llevando a cabo esta operación, los datos que aporta son útiles para reconstruir la historia de la evangelización de Goa en el siglo XVI, historia que podemos ampliar siguiendo a la historiadora Rowena Robinson en su libro ya citado “Conversion, continuity and change: lived Christianity in Southern Goa”, que cuenta con detalle la historia de la conversión al catolicismo en el siglo XVI de gran parte de la población local del distrito costero de Goa desde una perspectiva histórica. Robinson recoge el testimonio documental de una vista de 1596 de Goa que muestra, entre las casas y los edificios virreinales, una serie de lugares religiosos: la catedral, las iglesias parroquiales, las casas religiosas y las capillas. Se trataba de un paisaje urbano enormemente transformado por los portugueses. Ya en 1542, el jesuita Francisco Javier había informado a su llegada a la recién establecida Compañía de Jesús en Roma que “Goa es una ciudad agradable de ver, enteramente habitada por cristianos. Tiene un monasterio con muchos frailes de San Francisco, una catedral muy hermosa con muchos canónigos, y muchas otras iglesias. Hay motivo para dar muchas gracias a Dios nuestro Señor viendo cómo florece tan bien el nombre de Cristo en tierras tan lejanas y entre tantos infieles”.

A finales del XVII, gran parte de la población de Goa se había convertido al cristianismo. De nuevo, podemos leer en la gran mayoría de trabajos científicos sobre este periodo que muchas de las conversiones fueron contra la voluntad de las personas. Forma parte del relato al que podemos llamar la leyenda negra portuguesa, que analizaremos más adelante. A Rowena Robinson – como prácticamente a todos los historiadores que han trabajado esta cuestión – hay que leerla también entre líneas, puesto que no tiene reparo en considerar que “lo más lamentable es que lo que se escribe tiene una postura apologética (sic) y todavía no se ha establecido firmemente un enfoque crítico del tema”. Escribiendo en 1998, no puedo estar de acuerdo con esa afirmación, pues es un tiempo de efervescencia de estudios pretendidamente científicos en Goa sobre su pasado, con figuras como el jesuita Teotónio R. de Souza (1947 – 2019) y el Xavier´s Center of Historical Research, fundado en 1977[9]. La aportación protagónica de los jesuitas en la construcción del relato de la leyenda negra portuguesa en Goa, con sus acusaciones de imperialismo religioso y cultural, está aún por estudiar. Aportación que continúa en el presente, como podemos leer en los artículos de Gaspar Rul-lán, presentado como “teólogo, especialista en hinduismo, colaborador de Fronteras CTR”, en este blog de lajesuítica Pontificia Universidad de Comillas. Dejamos su aportación para la próxima entrega de esta serie, por formar parte de la leyenda negra sobre el Imperio Portugués y la evangelización de Goa.

Mientras tanto, en la lejana metrópolis, la ciudad de Lisboa, en el último tercio del siglo XVI las élites portuguesas y españolas comenzaron a pensar en una unión de las dos coronas ibéricas. En 1578, el rey Sebastián I de Portugal fallecía joven y sin herederos. El trono pasó a manos de su tío abuelo, el cardenal Enrique, el más cercano en la línea dinástica. A su muerte, sin heredero, se formó una junta provisional de Gobierno. Los nietos del rey Manuel se alzaron como pretendientes. El propio Felipe II de España era un fuerte aspirante: envió sus ejércitos a Portugal para hacerse con el trono por la fuerza, lo que condujo a la batalla de Alcántara de 1580. En 1581, Felipe II asumió oficialmente la realeza portuguesa, lo cual inicialmente significó un alivio para la economía portuguesa. España también envió fuerzas militares a las posesiones de Ultramar. Felipe II puso a su sobrino, Alberto de Austria, como virrey en Lisboa, y éste comenzó a tratar con Isabel I de Inglaterra, enemiga de España, a cuenta de la independencia de los Países Bajos caídos al protestantismo, que Felipe II esperada reconquistar para la España católica. Los holandeses pusieron a Gran Bretaña de su lado. La Inglaterra protestante y la España católica llegaron a las armas en 1588. Felipe II intentó invadir Inglaterra, pero no lo logró. Los ingleses desembarcaron en Portugal en 1589 para restaurar el poder local portugués. Fracasaron, pero sí tuvieron éxito a la hora de mantener a los Países Bajos libres de España. E, irónicamente, serían los holandeses los que llegarían a atormentar tanto al Imperio español como al portugués.

La unión de las monarquías ibéricas debilitó a ambas. Los holandeses, cada vez más agresivos, atacaban a los portugueses, pensando que era el débil en la unión ibérica y que podrían ganar territorio de ultramar a su costa. Los portugueses estaban muy dispersos y mantenían sus territorios con un número reducido de tropas. Además, la lucha entre holandeses y portugueses fue tanto material como religiosa: Portugal se encontraba en el Índico con esta amenaza protestante; a decir de un historiador, “el hecho de que los holandeses fuesen tan protestantes como los portugueses católicos contribuyó a alimentar la agresividad y animosidad entre ambos”. Eran tiempos de Christianitas minor o Cristiandad menor, siguiendo los conceptos de Elías de Tejada: la tradición católica se había reducido sobre todo a la Península Ibérica (italianos y franceses no estaban embarcados en proyectos de cruzada en este siglo).

En 1598/99 se produjeron las primeras agresiones de holandeses a portugueses en Sao Tomé & Príncipe, islas situadas frente a la costa occidental africana. Los holandeses comenzaron así a atacar las islas y enclaves portugueses que estaban aislados, por ser un objetivo fácil, tanto en el Atlántico como en el Índico.
En el primer tercio del siglo XVII los ingleses entraron en escena en el Índico, comenzando un juego de alianzas y estrategias cambiantes entre estos, los portugueses y los holandeses. Y en 1663 se deshizo la unión ibérica, el Imperio en el que no se ponía el sol. Tras la nueva independencia de Portugal, su imperio – sobre todo en Asia – se redujo considerablemente. La India portuguesa quedó reducida a finales de siglo a su mínima expresión. Las crónicas del jesuita portugués Manuel Godinho en ese mismo año de 1663 afirman que “el Imperio o Estado Indio Lusitano, que antiguamente dominaba todo el oriente (…), está ahora reducido a tan pocas tierras y ciudades”.

 
*Referencias bibliográficas
Crowley, R., 2005. “El mar sin fin”, ed. Ático Libros.
Elías de Tejada, F., 2021. “Le radici della modernità”, Collana di Studi Carlisti, Solfanelli.
Olivera Ravasi, J.,2018. “Que no te la cuenten. La falsificación de la Historia”. Vol III. Ed. Katejon
Pearce, J., 2013. Por los ojos de Shakespeare. Madrid: Rialp.
Robinson, R., 1998, Conversion, continuity and change: lived Christianity in Southern Goa. New Delhi: Sage Publications.
Shirodkar, P. P., 1997. “Socio-cultural Life in Goa during 16th Century”. En: Borges, Charles J.  (ed.), Goa and Portugal. Their cultural Links. Pp. 23-40. Concept Publishing House. A/115-116, Commercial Block, Mohan Garden, New Delhi 110059.

 


[1] Shirodkar, P. P., 1997. “Socio-cultural Life in Goa during 16th Century”, reinterpretando su perspectiva anti-católica según la lógica de Cristiandad.

[2] Término que se considera proveniente de la palabra “gaon” en Konkani y significa “pueblo” o “aldea”

[3] No existe el gentilicio en español. En inglés se les llama “Goans”; en español podría decirse “goanos” o “goeses”.

[4] Ya viajaban religiosos y sacerdotes en las primeras expediciones, anteriores al establecimiento, lo cual prueba que la cristianización del lugar era parte inherente y fundamental de la empresa expedicionaria.

[5] “Conversion, continuity and change: lived Christianity in Southern Goa” (New Delhi: Sage Publications, 1998

[6] Shirodkar, P. P., 1997. “Socio-cultural Life in Goa during 16th Century”. En: Borges, Charles J.  (ed.), Goa and Portugal. Their cultural Links. Pp. 23-40. Concept Publishing House. A/115-116, Commercial Block, Mohan Garden, New Delhi 110059.

[7] Pearce, J., 2013. Por los ojos de Shakespeare. Madrid: Rialp.


 

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