PORTUGAL EN EL ÍNDICO (I): La cruzada portuguesa hacia el Océano Índico (1415 – 1499)

 

“En agosto de 1415, una flota portuguesa cruzó el estrecho de Gibraltar y asaltó el puerto musulmán de Ceuta, en Marruecos, una de las plazas fuertes más fortificadas y estratégicas de todo el Mediterráneo. Su captura asombró a Europa. A principios del siglo XV, la población portuguesa no superaba el millón de habitantes” (Roger Crowley).
Comenzamos una serie de capítulos sobre la expansión de Portugal en el Océano Índico, la evangelización de la colonia portuguesa de Goa y la migración de goaneses desde la India hacia el África oriental durante los siglos XIX y XX, con la consiguiente formación de minorías indo-portuguesas católicas diaspóricas en distintos contextos africanos.
Se trata de la actualización y ampliación de la investigación con la que obtuve el denominado DEA en el bienio 2000-2002, antes del plan Bolonia, que implicaba el reconocimiento de estudios de tercer ciclo universitario y la suficiencia investigadora. 
Se abordará la historia evenemencial (tecnicismo acuñado por la Escuela de los Anales para referirse a la historia de los acontecimientos) como marco histórico y geográfico, para tratar las ideas de fondo, una historia del pensamiento, de la Cristiandad, de la irrupción de la Modernidad y de sus nefastas consecuencias.
1.-La cruzada portuguesa hacia el Océano Índico
La participación de los portugueses en la Reconquista de la Península Ibérica comenzó con la fundación del Condado de Portugal en el año 868, cuando fue ganado por los cristianos, y continuó hasta el año 1249, cuando fueron tomadas las últimas ciudades bajo poder musulmán en el Algarve. Durante ese tiempo, Portugal pasó de ser un condado a ser un reino totalmente independiente en el año 1139, independencia confirmada en 1179 por el Papa Alejandro III. Sobre los cimientos de este pequeño reino que miraba hacia el vasto océano Atlántico se constituiría el Imperio Portugués.
En 1415, mientras los reinos de Castilla y Aragón, Portugal emprendió con éxito su primera aventura de cruzada con el asalto y toma de la ciudad de Ceuta, en el estrecho de Gibraltar. En una muestra de lo que sería el posterior patrón explorador portugués, el rey dirigió la conquista de la ciudad de Ceuta, por la que pasaba gran parte del comercio en el estrecho. 
La cuestión comercial es la citada por la mayor parte de historiadores para explicar la expansión portuguesa hacia las costas africanas occidentales y orientales en los siglos XV y XVI. Sin embargo, una vez comprendemos el contexto en que ésta se produjo y los argumentos de los mismos portugueses de la época, estamos en posición de entender que el factor principal fue la mentalidad de cruzada: la lucha contra el Islam. Los reinos peninsulares estaban en plena reconquista. Portugal, liberado antes que Castilla del yugo musulmán, se lanzó a los mares. En este sentido, no puede considerarse casual que el primer objetivo fuese Ceuta: no ya por su comercio, sino por el fácil acceso a la Península Ibérica desde el estrecho. 
La Historia como disciplina científica es hija del tiempo que la vio nacer, el siglo XIX, con una mentalidad positivista e inmanentista que imposibilita la comprensión de las mentalidades anteriores a la Ilustración, en que la dimensión religiosa era determinante para las acciones. Que la toma de Ceuta tuviera fines económicos dejaría sin poder explicar el elemento cargado de simbolismo de cómo el rey Juan I de Portugal renombró la mezquita de Ceuta, que había sido primero ritualmente limpiada con sal, como “Nuestra Señora de África”, y que allí nombrara caballeros a sus tres hijos, los príncipes Duarte, Pedro y Henrique.
Cierto es, también, que a Ceuta llegaban rutas caravaneras del Oriente y del corazón de África. Por todo ello, el historiador superventas Roger Crowley admite en su obra “Conquerors” que las empresas de cruzada contra los musulmanes en el norte de África estuvieron profundamente tejidas con la aventura marítima de Portugal.  
Tras la toma de Ceuta, los portugueses se lanzaron hacia el Océano Atlántico y realizaron entre 1419 y 1456 las primeras incursiones en la Macaronesia, el nombre colectivo de los archipiélagos de Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira y las islas Salvajes. Desde estas islas, los portugueses, en empresas de expedición siempre enviadas por la Corona, mejorando constantemente sus técnicas de construcción de barcos y el comportamiento de las corrientes marinas y los vientos, fueron descendiendo por la costa occidental del continente africano. En 1460 se adentraron en el golfo de Guinea y se establecieron en las islas de Santo Tomé y Príncipe. 
Al parecer, el reino de Castilla, aún en medio de la batalla por la expulsión de los musulmanes del territorio peninsular, también envió exploradores a estas regiones africanas, conduciendo a un enfrentamiento entre ambos reinos en 1478, que acabó con la victoria portuguesa.
La historiografía insiste fundamentalmente en los motivos económicos de la expansión, especialmente de la búsqueda de una ruta alternativa para el comercio de especias, una vez que la ruta terrestre había sido tomada por los musulmanes tras la caída de Constantinopla en 1453. Cabe sin embargo preguntarse si, como bien ha explicado el P. Javier Olivera Ravasi en su trilogía “Que no te la cuenten: la falsificación de la Historia”, la idea de Colón de adentrarse en el Atlántico hacia el oeste se encuadraba en la mentalidad de cruzada para llegar a Tierra Santa y alcanzar por la espalda a los turcos otomanos, no sería ésta también la motivación de los portugueses, puesto que estamos hablando de monarquías cristianas con una idea expansionista similar, si bien la portuguesa fue anterior: hallar una ruta alternativa hacia el oriente bloqueado por los moros, pero no simplemente para comerciar, sino para eliminar el Islam. Detalles muy significativos del relato de la expansión portuguesa confirmarán, como veremos, esta tesis.  
La incapacidad de la mentalidad moderna para leer las situaciones desde la perspectiva de hombres de otros tiempos, especialmente en lo que respecta a la cuestión religiosa, no es compartida por historiadores musulmanes contemporáneos, como podemos ver en el interesante artículo del profesor Nazeer Ahmed sobre “las devastaciones portuguesas en el Océano Índico”, quien afirma con claridad que “el descubrimiento de América y la circunnavegación de África fueron consecuencias lógicas de la rivalidad religioso-política entre las potencias cristianas de Iberia y las potencias musulmanas del norte de África. A medida que el Magreb se desintegraba, las potencias cristianas de Iberia, con la cooperación de las potencias marítimas de Italia, consolidaban sus posiciones y proyectaban su poder mucho más allá de las fronteras de la Península Ibérica. La religión y el lucro fueron las principales motivaciones del empuje luso-español. El fanatismo cristiano se expresó a través de la Inquisición española”.
Entre 1473 y 1482 los portugueses avanzaron hacia el sur por la costa occidental africana, al tiempo que hacían incursiones por el curso de los ríos hacia el interior del continente. Al poner pie en tierra, los portugueses plantaban en la orilla lo que llamaban “padrao” o padrón, un pilar de piedra coronado por una cruz en la que se indicaba el año de llegada, el nombre del rey y el del descubridor. El monumento se tallaba en Portugal y era llevado en las embarcaciones que partían, habiendo considerado bien los últimos descubrimientos cartográficos y fijando los objetivos de las expediciones cuidadosamente. 
Ptolomeo había dibujado el Océano Índico como un mar encerrado entre las tierras de una costa africana que se extendía hacia el este, pero existían también voces que hablaban del continente africano como dotado de una forma triangular a partir del cual, una vez bordeado el sur, podía avanzarse por mar hacia la India. Ése era el objetivo de los portugueses, como resaltan los autores, si bien también pretendían hallar al casi mítico Preste Juan, un rey cristiano en las tierras altas de Etiopía, con quien aliarse para penetrar en el extremo oriental del Mar Mediterráneo hacia Tierra Santa. Con esta idea partió la expedición de Bartolomé Dias, que en 1488 logró rodear el extremo sur de África. Dias llegó a Kwaaikoek, plantó un padrao y emprendió la navegación de vuelta hacia Portugal. Simultáneamente, el explorador Pedro Covilha había sido enviado por el rey de Portugal atravesando el Mediterráneo hacia el encuentro del Preste Juan.
En 1491, el heredero al trono del rey Juan II de Portugal, Afonso, falleció en un accidente de equitación, dando lugar a una crisis de sucesión. Pronto se determinó que la corona sería para Manuel, duque de Beja, primo de Juan II, quien fue coronado en 1495. Tres años antes, Cristóbal Colón había llegado, en nombre de la corona de Castilla, al Caribe, después de haber tratado de negociar durante años, sin éxito, con el rey de Portugal. Y un año antes, en 1494, ante la tensión que se iba creando entre portugueses y españoles por los territorios descubiertos, se firmó el Tratado de Tordesillas, que fue sancionado por el Papa, con el que se pretendía evitar cualquier fricción futura haciendo que estas dos potencias católicas se pusieran de acuerdo de antemano sobre quién reclamaría qué territorios: Portugal tenía acceso al territorio al este de la línea imaginaria situada a 370 leguas al oeste de las Azores, mientras que España tenía acceso a las del oeste. Es decir: el Sumo Pontífice de la Iglesia hacía donación de los territorios, puesto que recibía el reconocimiento general de los soberanos cristianos sobre territorios infieles en los que no estaba establecida por ningún derecho anterior, a título de lo que los canonistas llamaban su “jurisdicción inmediata y universal”.
Antes de analizar las distintas expediciones de Vasco da Gama a la India, es muy pertinente detenerse a considerar el ceremonial de la partida, siguiendo la detallada descripción de Roger Crowley, basada en la crónica de Joao de Barros: “A mediados del verano de 1497, la expedición estaba lista: las velas blasonadas con la cruz roja de la Orden del Temple, los cañones enrollados a bordo, los pesados cañones en posición y las tripulaciones reunidas. La pequeña flotilla salió de los astilleros y ancló frente a la playa de Restelo, un pueblo pesquero río abajo de Lisboa. En medio de un calor sofocante, el rey Manuel se había retirado a su castillo de Montemor-o-Novo, y fue allí donde Vasco da Gama y sus capitanes se dirigieron para recibir las instrucciones de navegación y la bendición ritual del rey. De rodillas, Gama fue investido solemnemente con el mando de la expedición y un estandarte de seda con la cruz de los templarios. Se le dieron instrucciones: buscar a los reyes cristianos de la India en una ciudad llamada Calicut y establecer un comercio de especias. Tenía una carta para el rey de Calicut y otra para el Preste Juan. La misión era a la vez sagrada y secular, con tintes de cruzada mezclados con rivalidad comercial. Restelo, a orillas del Tajo, fuera de las murallas de la ciudad, había sido el punto de partida tradicional de los viajeros portugueses desde los tiempos de Henrique el Navegante; su playa, suavemente ondulada, ofrecía un amplio escenario para las ceremonias religiosas y los emotivos rituales de partida. En lo alto de la colina, dominando la amplia escarpadura del Tajo que conducía al oeste, a mar abierto, se encontraba la capilla de Henrique, dedicada a Santa María de Belém (sobre la que poco después se erigiría el monasterio de los Jerónimos), con el fin de conceder los sacramentos a los marineros que partían. Toda la tripulación, unos 150 hombres, pasaba allí la calurosa noche de verano en oración y vigilia. El sábado 8 julio de 1497, día consagrado a la Virgen María (sábado), había sido elegido por los astrónomos de la corte. Un mes antes, el Papa había concedido a Manuel la propiedad perpetua de las tierras conquistadas a los infieles sobre las que otros reyes cristianos no tenían ya reclamaciones. Gama condujo a sus hombres en una procesión devocional desde la capilla hasta la playa, organizada por los sacerdotes y los monjes de la Orden del Temple. Los navegantes vestían túnicas sin mangas y llevaban velas encendidas. Los sacerdotes iban detrás, cantando la letanía, y el pueblo respondía con gritos. Cuando llegaron a la orilla, todos se arrodillaron para hacer una confesión general y recibir la absolución, según la bula papal que Henrique había obtenido para los que murieron en este descubrimiento y conquista”. 
2.-Vasco da Gama en el Océano Índico. La civilización swahili:
La expedición de Vasco da Gama hacia la India, compuesta de cuatro naves zarpó en verano de 1497, siguiendo la misma ruta de Bartolomé Dias. A principios de 1498, atravesado por mar el sur de África, la expedición comenzó a ascender por la costa oriental africana, dándose todos cuenta enseguida de que el panorama que encontraban era totalmente distinto al de la costa occidental: una línea costera más densamente poblada, con sus habitantes más acostumbrados a ver llegar extranjeros a sus orillas, con enclaves urbanos, en algunos de los cuales destacaban los minaretes de mezquitas. Los portugueses llevaban intérpretes de lengua árabe, haciendo posible la comunicación con los locales. Los portugueses habían alcanzado la margen sur-oeste de la civilización swahili, parte de un Océano Índico que puede concebirse en este periodo y desde muchos siglos atrás como un conjunto cultural basado en los intercambios culturales y la creación de lazos familiares, parcialmente islamizado y con presencia, al mismo tiempo, de diferentes culturas en su interior. La consideración del Océano Índico como un conjunto cultural se basa en el estudio de núcleos urbanos costeros dedicados al comercio, políticamente independientes, que se desarrollaron en las costas índicas, con dinámicas compartidas, comprendiendo todo el África oriental, la península arábiga, el subcontinente indio, la península malaya, Indonesia y los sectores meridionales de Filipinas. En esta vasta zona se venía desarrollando, entre los siglos X y XV – como han demostrado las fuentes escritas y la arqueología – una civilización cosmopolita, fruto de los procesos migratorios y un intercambio comercial sobre el que ninguna zona ostentaba monopolio.
Ante estas ciudades-estado independientes de cultura afro-musulmana se encontraron los portugueses en la costa oriental de África. El primer desembarco se produjo en la costa del actual Mozambique, en marzo de 1488. Se trataba de un puerto comercial en toda regla en la que, según el diario de a bordo, encontraron a ricos comerciantes musulmanes ataviados con costosas ropas y las más finas joyas. Los habitantes locales pensaron inicialmente que los visitantes eran turcos, y los portugueses, percatados del detalle, no intentaron deshacer el equívoco. Dos expertos navegantes se embarcaron con los portugueses para ayudarles a navegar hacia la India pero, una vez que se dieron cuenta de que eran cristianos, huyeron hacia la costa y corrió como la pólvora la voz de que eran kafir, “infieles”. Entonces comenzó la llamada “diplomacia de cañones”, en la que el avance de los portugueses hacia la India estuvo cuajado de incidentes y violencia. Las naves portuguesas eran muy superiores en tecnología armamentística a las poblaciones locales, así que pudieron ir atracando en los distintos puertos para avituallarse de agua y alimentos, defendiéndose de las hostilidades. Así llegaron a Mombasa, en el sur de la actual Kenia, que era entonces una próspera ciudad comercial. A mediados de abril del mismo 1498 llegaron a Malindi, otro enclave comercial islamizado. Zarpando de allí, en pocas semanas alcanzaron la India, a finales de mayo. Allí, los portugueses encontraron a algunos mercaderes capaces de hablar el español a quienes respondieron, a su pregunta sobre qué buscaban en esos lejanos territorios, respondieron: “cristianos y especias”
Por el camino, los portugueses perdieron la oportunidad de realizar su sueño de cruzada: asaltar el Mar Rojo, tomar Arabia Saudita y marchar hasta Jerusalén: sus antiguos enemigos, los mamelucos, que habían gobernado desde El Cairo, habían sido depuestos por el imperio otomano islámico. Con su cabeza en Estambul (Constantinopla), los otomanos de fines del siglo XV eran una fuerza a tener en cuenta. 
El arquitecto de este imperio, que alcanzó hasta Macao, en China, fue el rey Manuel I (1469 – 1521), quien, de acuerdo a Crowley, “tenía una visión mesiánica, creía que iba a ser un gran rey cristiano. Estaba más interesado en convertir la India en una base para atacar el islam que en desarrollar el comercio”, explica el historiador, para proseguir diciendo que “su plan era unirse con el mítico ejército de Preste Juan (en las tierras altas de Etiopía) para lanzar una cruzada sobre La Meca, secuestrar el cuerpo del profeta Mahoma y pedir en cambio Jerusalén, en aquel tiempo en mano de los musulmanes; pensaban asfixiar económicamente el Imperio Otomano a través de un bloqueo naval. Pero su plan que nunca funcionó, aunque Portugal se hiciera, a lo largo del siglo XVI, de los principales puertos del Mar Rojo y del Golfo Pérsico”.
3.-La llegada de Vasco da Gama a la India:
Así fue como Vasco da Gama llegó a Calicut, en la costa sur-oeste del subcontinente indio, en 1498, convirtiéndose en el primer europeo en llegar a la India por la ruta que rodea África. 
Calicut era uno de los principales puntos del comercio de las especias en la India y estaba gobernado por una figura similar a la de un rey. Tras duras negociaciones, al no considerar el gobernante local los regalos de los portugueses de suficiente categoría, Vasco da Gama logró llegar a algunos acuerdos comerciales con el reino de Calicut y obtuvo una carta escrita en hoja de palma por el propio gobernante indio, dirigida al rey de Portugal, en que le ofrecía canela, pimienta, clavo, jengibre y piedras preciosas a cambio de oro, plata, coral y telas purpúreas.
Habiendo conseguido establecer un acuerdo y dejando a algunos de sus hombres allí con el fin de establecer un puerto comercial permanente, Vasco da Gama zarpó de vuelta hacia Lisboa a finales de agosto de 1498. Llegaron a Portugal casi un año después, con un Vasco da Gama agotado que fue recibido por el rey Manuel I, quien le concedió el título de almirante del Mar de las Indias y una carta de libertad absoluta para comerciar por su cuenta.
Ya repuesto, en 1502, Vasco da Gama se embarcó de nuevo hacia la India.

*Referencias bibliográficas
  • Abellan, P., 2002. “Introducción al estudio del Océano Índico como conjunto cultural. Revisiones historiográficas y nuevas propuestas”. Investigación para la obtención del DEA, 2000/2002.
  • Crowley, R., 2005. “El mar sin fin”, ed. Ático Libros.
  • Elías de Tejada, F., 2021. “Le radici della modernità”, Collana di Studi Carlisti, Solfanelli.
  • Iniesta, F., et al., 1989. “Informe: África desconocida, los Swahili”, Historia16, año XIV.
  • Olivera Ravasi, J.,2018. “Que no te la cuenten. La falsificación de la Historia”. Vol III. Ed. Katejon

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