Los historiadores Xavier Costa, Marta Sancho y Nuria Jornet-Benito publicaron en 2017 los resultados de la ubicación topográfica de los conventos de frailes menores y clarisas de la "Catalunya medieval" (sic) y alcanzaron la conclusión de que en trece de los diecisiete casos analizados, las clarisas se establecieron en la proximidad de una comunidad masculina previa. Los cuatro casos en los que eso no ocurrió fueron Pedralbes, Manresa, Balaguer y Conques.
Conclusiones:
De los cuatro casos, el único que no hemos analizado aquí es el convento de clarisas de Santa María de Conques, fundado en 1342 en la actual comarca del Pallars Jussà por el Señor de Orcau. No lo hemos tratado puesto que no consta en la documentación estudiada la existencia de un "conventet", pero se trata realmente de un caso curioso e interesante; situado en un entorno eminentemente agrícola, lejos de cualquier ciudad mínimamente importante. "En este paraje, las monjas franciscanas moraron hasta 1624, cuando el papa Urbano VIII, movido por el esetado ruinoso de la fábrica monástica y la dispersión de su comunidad, decidió suprimir sus funciones y dar cierre a la única casa de clarisas ubicada en un entorno plenamente rural" (Costa, Sancho, Jornet, 2017, p. 463; cita el trabajo de Sol, Cervera e Ibars, El Patrimoni cultural de la Diputació de Lleida, p. 83).
La presente investigación preliminar sobre los tres citados pequeños conventos masculinos situados en conventos femeninos en la Corona de Aragón prueban que hay más cuestiones abiertas de las que se pueden haber resuelto, comenzando por el planteamiento mismo de las razones de la existencia de los "conventets". De los tres casos vistos, tan sólo uno es seguro un "conventet", y la razón para el mismo fue la distancia entre el monasterio femenino de Pedralbes y la comunidad franciscana masculina de Barcelona. Así pues, ni siquiera el tema en sí parece sólido.
El principal problema es el fondo de la cuestión, la perspectiva del historiador, a la cual adecua los hechos, y no a la inversa, como debiera hacer. La manera académica de tratar cuestiones relacionadas con la Iglesia Católica parece partir no ya sólo de una gran ignorancia sobre el funcionamiento básico de las órdenes religiosas y del hecho de que los frailes ordenados deben atender sacramentalmente a las monjas, sino también de hipótesis planteadas a partir de una mentalidad totalmente ajena a las personas que se pretende estudiar. Es imposible que a una congregación femenina se le ocurriera fundar en el siglo XIII una comunidad sin tener en cuenta la existencia en la proximidad de una comunidad masculina que pudiera celebrar los sacramentos. Afirmaciones sobre una pretendida autonomía de las monjas en términos de independencia y no necesidad de los varones son sencillamente ridículas y presentistas.
En este sentido, recuerdo que durante la reunión en que se me encargó esta investigación, al expresar yo en voz alta el deseo de que existieran "conventets" en todos los monasterios femeninos actualmente, la respuesta que recibí de la directora del proyecto fue que lo que era necesario era que las monjas pudieran celebrar la Misa. Si aplicamos ese razonamiento al siglo XIV, podemos estar seguros de que los frutos de una investigación van a tener bastante poco que ver con la realidad. Ya pueden advertir los académicos del riesgo de la "literatura confesional" cuando ellos, intoxicados de ideología, plantean ese tipo de hipótesis para alcanzar conclusiones de supuesto empoderamiento femenino que, desde el principio, es lo que se pretende demostrar, si bien los datos suelen ser tercos y obligan, como es el caso del artículo "Monacato femenino y paisaje", en que se reconoce que "la estrecha relación entre la Orden de san Francisco y la de Santa Clara se percibe claramente al analizar con detenimiento los distintos mapas: trece de los diecisiete monasterios estudiados disponían en sus inmediaciones de un convento de frailes menores, siendo las únicas excepciones las casas de Manresa (cuestionable, como hemos visto), Balaguer (ídem) y Conques". Si bien ideologiza la cuestión, puesto que prosigue así:
"Las monjas clarisas, por su condición de mujeres, no podían ser del todo autónomas (...). Requerían de un clérigo, preferentemente franciscano (...), pues ellas no podían oficiar la misa, impartir la comunión (sic) o escuchar las confesiones de sus hermanas (...). Las autoridades civiles y religiosas de la Edad Media siempre intentaron controlar a las monjas, limitando al máximo su ámbito de acción dentro de sus propios conventos y subyugándolas al dominio de un superior jerárquico que, en todos los casos, era un varón" (Costa, Sancho, Soler, 2017, p. 476).
Estas deformaciones históricas contemporáneas - afirma el sacerdote Gabriel Calvo Zarraute en su obra "De Roma a Berlín"-, debido a un sesgo ideológico cada vez más acusado han llegado hasta tal punto de irracionalidad que resulta imposible escribir sobre historia, sea el campo que fuere, sin adoptar una actitud defensiva beligerante"(Calvo, 2023, p. 221). Resulta más que justificado el tono irritado ante tan enormes injusticias valorativas.
Finalizaremos con unas importantes palabras de Joseph Pearce en su obra "Por los ojos de Shakespeare" que resumen bien la cuestión: “Si intentamos estudiar la Historia a través de los
prejuicios y las ideas preconcebidas de nuestro propio tiempo, sólo
conseguiremos malinterpretar los motivos y las intenciones de las acciones
históricas. Si no sabemos qué creían aquellas personas, no comprenderemos
por qué actuaban y se comportaban como lo hacían. No comprenderemos
realmente lo que ocurrió. Nuestro prejuicio o nuestra ignorancia nos habrán
cegado. Para entender la Historia, hemos de entender a sus protagonistas
lo suficiente como para empatizar, aunque no simpaticemos, con ellos”.
Pilar Abellán OV
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