CONVENTETS (III): Santa Clara de Manresa y su "conventet" de frailes


En base a la documentación, la Dra. Araceli Rosillo afirma que existió un convento de Santa Clara en Manresa, que comenzó a edificarse extramuros, junto a la iglesia de san Blas y san Lázaro, a finales de 1322, y cuyo proceso fundacional puede darse por concluido en 1327 (Rosillo, 2016, p. 135), “cerca del cual viven algunos franciscanos”.  
A pesar de la existencia de estos franciscanos en Manresa, que Jill Webster considera confirmada desde 1292 (Webster, 1987, p. 136), parece que, sin embargo, para la fecha de la fundación del convento femenino de Santa Clara no se había conseguido fundar convento masculino en la ciudad (Rosillo, 2013, p. 173). 
Según Webster, parece posible que, debido a circunstancias desconocidas hasta el momento, en Manresa prosperó la rama femenina de la Orden Franciscana, pero no la masculina; atribuye la presencia de algunos frailes a la previa existencia del convento de clarisas, y no al contrario (Webster, 1987, pp. 129 y 132), y considera que estos franciscanos servían al convento de santa Clara (Webster, 1987, pp. 127-129), “como se espera por su condición de franciscanos; situación que estaría en consonancia (Rosillo, 2013, p. 176) con un fragmento del capítulo VI de la regla de Clara según el cual Francisco de Asís redactó la forma de vida de las monjas prometiendo dispensar siempre “un amoroso cuidado y especial solicitud”, lo cual Omaechevarría afirma que se cumplió mientras vivió y quiso que sus hermanos hicieran siempre lo mismo (Omaechevarría, 2004, p. 283).

La Dra. Rosillo afirma que "las fórmulas por las que las monjas recibían asistencia y se colocaban bajo la jurisdicción de los frailes no siempre cumplieron la sencilla promesa que Francisco hizo a Clara (2013, p. 176)". También en el capítulo primero de la regla de Clara se establece lo siguiente: “la forma de vida de la Orden de las Hermanas Pobres, instituida por el bienaventurado Francisco (…). Clara (…) promete obediencia y reverencia al señor papa Inocencio IV y sus sucesores elegidos canónicamente, y a la Iglesia romana (Omaecheverría, 2004, p. 273). La documentación ha arrojado por el momento poca luz sobre las primeras clarisas de Manresa, y en 2013 afirmaba Araceli Rosillo que no se había encontrado todavía rastros legislativos que asegurasen qué regla era la que configuraba la vida en comunidad (Rosillo, 2013, pp. 177-78), pero “por la denominación que aparece siempre en los documentos (“abbatissa et conventum”) y por el hecho de ser una fundación cronológicamente tardía, parece probable seguir la exposición de Triviño y considerar que se regían por la regla de Urbano IV (Triviño, 2005, p. 65). Parece ser que, tras la muerte de san Francisco, las instituciones del cardenal protector y del visitador fueron frecuentemente focos de conflictos entre el papado y los prelados de la Orden (Omaechevarría, 1973, pp. 139-141). Por lo que se sabe, los frailes de Manresa estaban bajo la jurisdicción de la Custodia de Barcelona y ya desde 1297 tenían un procurador (Webster, 1987, p. 129). Las religiosas se encontraban bajo la obediencia y jurisdicción de su confesor (Sanahuja, 1959, p. 815).

De los dos frailes que la documentación menciona para el año 1322 (Rosillo, 2013, p. 177), sin convento y residiendo en Manresa, según afirmación de Webster, "para servir al convento de Clarisas", la comunidad de frailes franciscanos vinculada a Santa Clara de Manresa creció y se documenta que estuvo formada, a lo largo de toda la existencia de las monjas, por 49 hombres (cifra registrada en sendos documentos de 1373 y 1396 respectivamente), hecho que según la Dra. Araceli Rosillo confirma la “lógica y necesaria existencia” de un conventet. Dicho espacio, afirma Rosillo (2016, p.258) aparece mencionado en un documento en octubre de 1401 que dona a los frailes confesores de las hermanas de Santa Clara unas ropas de cama y telas “para cuando estén enfermos o para el uso de cualquier hermano que esté de paso en Manresa alojado en la casa del confesor, situada al lado del monasterio”. Analizando este documento, Rosillo afirma que “no parece un espacio demasiado grande, pero sí suficiente para albergar a frailes itinerantes” (Rosillo, 2016, p. 258). Entre los 49 frailes documentados en Manresa podemos distinguir cuatro categorías: los confesores, los maestros en teología, los que actuaron como testigos en la documentación de las hermanas y el visitador.

Comentemos por el momento que parece una “comunidad” de franciscanos grande, que no se corresponde con el concepto de “conventet” visto en Pedralbes, y que aloja a “frailes itinerantes”, concepto de nuevo muy interesante y novedoso con respecto al conventet de Pedralbes. Al respecto, Araceli Rosillo afirma que “por las características de la ubicación del monasterio, en la vía que va hacia Barcelona, podría decirse que el conventet era un lugar de paso en la itinerancia de los frailes que predicaban entre Barcelona y Girona y, además, albergaba una pequeña comunidad de frailes, dos o tres de forma permanente según aparece en las firmas, que asistían a las monjas con buenos libros de Sagrada Escritura. En base a la documentación, parece que algunos de los frailes de la comunidad de Santa Clara estarían ordenados, hecho que no siempre ocurría y hacía necesaria la presencia de sacerdotes para realizar los oficios litúrgicos y administrar sacramentos (Rosillo, 2016, p. 264).

Parece pues, que en su desarrollo de la relación con los frailes la comunidad de Manresa vivió la primitiva fraternidad franciscano-clariana que prometió Francisco y que pedía Clara en su regla, o al menos es lo que puede desprenderse de los documentos (Rosillo, 2016, p. 265). Asimismo, es importante destacar que, en virtud de la regla urbanista (capítulo XX), los beneficiados y otros capellanes que atendían espiritualmente a las monjas debían obediencia a la abadesa (Rosillo, 2016, p. 268).

Como es lógico debido al servicio sacramental requerido por las monjas por parte de los frailes y la costumbre y legislación establece, aparecen en la documentación de Manresa referencias a diversas relaciones entre la comunidad y algunos frailes. Aparece por ejemplo mencionado en la documentación como segundo confesor de la comunidad femenina fray Pere ça Vila, que consta vinculado a las monjas desde 1342 y como confesor aparece por primera vez en 1386 hasta 1406. Araceli Rosillo afirma que "sabemos por un documento de 1396 que es consanguíneo de sor Nicolaua ça Vila y también que antes de venir a Manresa fue guardián del convento de Berga". "Por lo que se desprende de la documentación - continúa Rosillo-, el cariz de la relación entre el fraile y las monjas es de ayuda y colaboración: durante toda su presencia documental, especialmente entre 1386 y 1394, se consignan diferentes cesiones de rentas por parte de las monjas. En un determinado momento, con el objetivo de liquidar los préstamos que, de forma asidua, el fraile otorga a la comunidad para comprar alimentos, las monjas no tienen otra opción que realizar cesiones". Si bien estas actividades no son las habituales relacionadas con la cura monialium es evidente que el fraile está ayudando a las monjas a subsistir materialmente. A partir de este episodio, afirma la Dra. Araceli Rosillo que "podemos concluir que la relación entre las monjas y los frailes de Manresa no estuvo marcada por la rigidez de la clausura sino que albergó diversos tipos de actividades y también a frailes de distintos lugares del Principado - Girona, Berga, Barcelona -, algunos de ellos con un gran nivel cultural". No encuentro la lógica de este argumento, puesto que esas relaciones con frailes no parecen alterar la clausura de las monjas.

Hasta aquí, hemos seguido la investigación de la fundación del convento de Santa Clara en Manresa y su "conventet" expuesta por la Dra. Araceli Rosillo, su principal estudiosa, tanto en su tesis doctoral de 2013 como en un artículo (citado en la bibliografía) de 2016. Sin embargo, parecen existir datos que no se ajustan al relato y que, de ser así, cambiarían por completo las suposiciones sobre una presunta fundación femenina sin relación con una comunidad masculina en el lugar que la precede. Araceli Rosillo afirma que "no se ha podido mostrar que la comunidad de clarisas manresana tuviera un contacto previo con los frailes franciscanos que habitaban en Manresa, posiblemente, según nuestra hipótesis en el espacio junto a la capilla de Sant Blai i Sant Llàtzer que servía como hospital de leprosos". Es decir, que está documentada la presencia de dos frailes franciscanos en Manresa previa a la fundación femenina, nada menos que desde 1292, mientras que la fundación femenina data de la década de 1320. ¿No sería entonces más lógico plantear la hipótesis, siguiendo la costumbre de fundaciones clarisas allí donde existía presencia masculina, que el convento de santa Clara se fundara en Manresa debido a la presencia de los dos frailes en la capilla de San Blas y San Lázaro, porque este núcleo pretendía ser el principio de la fundación de una comunidad mayor y un convento?. A partir de este planteamiento en línea con la lógica franciscana y clarisa de fundaciones, podríamos aventurar que la fundación masculina no llegó a prosperar y que, en su lugar, los superiores franciscanos establecieron un "conventet" para atender sacramental y espiritualmente a las monjas que, además, hacía las veces de albergue para frailes itinerantes entre Gerona y Barcelona. El número documentado de frailes en momentos puntuales da fuerza a esta hipótesis y contribuye a desmontar el mito de la autonomía fundacional de conventos de clarisas sin necesidad de existencia de comunidades masculinas previas. Éstas pudieron ser puntuales en alguna ocasión, pero no parece ser el caso de Manresa.
Como tampoco parece ser el caso de Balaguer, como veremos en el siguiente capítulo, ni tampoco fue el de Pedralbes, como vimos, la construcción de cuyo conventet se basó en la lejanía física del convento masculino.

 


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