CONVENTETS (II): El "conventet" del monasterio de Pedralbes (Barcelona)


La documentación y la bibliografía sobre este monasterio y su conventet son abundantísimas, desproporcionadas en relación a los otros dos que vamos a estudiar.

El monasterio de Pedralbes se fundó con la intervención de la reina Elisenda de Montcada, esposa de Jaime II, quien en 1326 adquirió unos terrenos en el lugar de Pedralbes, donde hasta hoy se levanta el monasterio; enclave que, en el primer tercio del siglo XIV, pesar de estar apartado de la ciudad, era cercano a Sarrià y no tan aislado. La primera comunidad estaba formada por catorce religiosas que procedían del monasterio de San Antonio y Santa Clara de Barcelona. Cuando la reina dictó sus ordinaciones estaba organizando un monasterio en el cual debían convivir la comunidad de mujeres, los presbíteros y los frailes, y para todos ellos siguió un criterio común a la hora de organizar su mantenimiento. Tanto los frailes como las monjas, como también los presbíteros, tenían que recibir unos dineros del común del monasterio para su mantenimiento personal.

En la etapa fundacional ya la orden franciscana masculina participó de forma activa. La futura abadesa en 1326 había obtenido del vicario general autorización para que frailes del convento de Barcelona actuaran como consejeros en las tareas de construcción y para que, acabadas las obras, pudieran prestar sus servicios de confesor y penetrar en la clausura en determinadas conmemoraciones. Pero en las obras iniciales no se hallaba el "conventet" (Monreal, 1971, p. 18-19 y 22): en 1327 los franciscanos no se hallaban aún establecidos comunitariamente en Pedralbes, puesto que de esa fecha es una orden papal para que se trasladen a solemnizar ciertas festividades que se celebran en el monasterio (que sólo se hallaba a una legua de la ciudad) siempre que fuesen requeridos por la abadesa (Monreal, 1971, p. 22). En la línea que mandaba la regla, la reina Elisenda, ya en la primera ordinación dictada en julio de 1327, destinó una cantidad de dinero, 200 sueldos, para pagar a los cuatro frailes que acudiesen al monasterio con sus acompañantes, para hacer de confesores de las monjas (nota al pie #27: AMP; P/15, fols 27-32v, Perg. Núm 999, leg num 124, fundaciones).

Las ordenanzas de 1334 marcaron un cambio sustancial en este estado de las cosas (Monreal, 1971, pág 22): se estableció la permanencia de franciscanos menores, en número de cuatro, en el recinto del monasterio, con lo cual dejaron de recibir un salario como las personas ajenas al monasterio, para pasar a ser mantenidos en sus necesidades, de la misma manera que los presbíteros que ya residían en el recinto desde el principio. Es la ordenanza de 1341 la que suministra la primera mención explícita de un “Hospici edificat prop lo Monastir” (Monreal, 1971, p. 24) en el cual se alojaban seis frailes menores ordenados in sacris. Todo parece pues indicar que el edificio que había de conocerse con el nombre de conventet se edificó sobre 1340-41. Parece claro que de lo que se trataba era de cumplir con el compromiso tomado por Francisco de Asís de que los frailes franciscanos sirvieran espiritual (y sacramentalmente) a los conventos de monjas (Webster, 1987, pp. 127-129), en consonancia con un fragmento del capítulo VI de la regla de Clara según el cual Francisco de Asís redactó la forma de vida de las monjas prometiendo dispensar siempre “un amoroso cuidado y especial solicitud”, (Omaechevarría, 2004, p. 283). 

En el s. XIV, Pedralbes no se hallaba dentro de la ciudad: era un núcleo monástico alejado de la misma; un núcleo rural amurallado en el que moraban "gentes de muy diverso estado y condición" (Monreal, p. 15). Aparte de la comunidad de clarisas, formada por 60 monjas, vivían también en el lugar 10 beneficiados, pertenecientes al clero secular, 4 frailes franciscanos y numerosos campesinos, arrieros, artesanos y esclavos de ambos sexos (ordenanzas de 1334, antes de la construcción del conventet). Según la idea fundacional de la reina Elisenda, la comunidad de religiosas debía disponer de ciertos servicios que asegurasen su supervivencia: trabajadores (para los campos, para tejer la ropa) y servidores espirituales: “una comunidad femenina ha de menester también la guía espiritual de capellanes y confesores” (Monreal, p. 16). Dado el carácter aristocrático de Pedralbes, estas atenciones se confiaron a un número variable de clérigos, beneficiados de capellanías, y a una pequeña comunidad de la rama masculina de la orden. 

El factor que debió determinar la edificación de una residencia para unos pocos frailes en el recinto del monasterio femenino fue la lejanía geográfica del convento masculino con respecto a Pedralbes en un tiempo en que los frailes iban a pie y debían cumplir con su obligación del servicio espiritual carismático a las monjas. Su tarea era atender espiritualmente a las monjas (confesión, misa, formación), además de rezar por los fundadores. La nueva residencia edificada para esta comunidad de frailes al servicio espiritual de las monjas pasó a conocerse como “conventet”, que significa, literalmente, “convento pequeño”: un pequeño establecimiento conventual franciscano levantado dentro del recinto del monasterio de clarisas de Pedralbes y destinado a los frailes que se ocupaban de los servicios religiosos a las monjas. El edificio, que subsiste (con modificaciones) hasta hoy, es una estructura arquitectónica que reproduce a escala muy reducida el esquema de otras residencias de frailes menores (Monreal, 1971, p. 47). El nombre catalán tradicional de conventet (pequeño convento) define la función para la que fue construido (Monreal, p. 8), con dependencia del cenobio femenino de Pedralbes y su propio carácter de casa de religión. 

A partir de este momento, las funciones de las dos comunidades de frailes se clarificaron: los frailes de Barcelona tenían solamente la misión de asistir a sus hermanos de Pedralbes y a los presbíteros, para solemnizar determinadas fiestas y, fundamentalmente, predicar, que era, justamente, la misión principal de la Orden (Monreal, p. 172).  Es de remarcar que eran siempre franciscanos los encargados de hacer los sermones en las fiestas principales del monasterio. Los gastos que su presencia generaba ya habían sido previstos por la reina en sus ordinaciones, al margen del que suponía el mantenimiento de los otros frailes fijos. Años más tarde, estos gastos se encontrarán anotados en los libros de “Cauteles”.  En la gracia que otorgaba el ministro general de la orden en 1388 a petición de la abadesa Agnés Çarobira se expresaba el papel desempeñado por los frailes en la comunidad monástica: se concedía en ella que en la festividad del Corpus acudan a Pedralbes 12 frailes del convento de Barcelona para que, junto con los 6 residentes allí, formasen la procesión que se realizará por la clausura (Monreal, p. 30). Y había una segunda gracia: la de que 2 confesores – seculares – de la comunidad pudieran ser sustituidos, en caso de enfermedad, por dos frailes del convento barcelonés. El interés de esta concesión estriba en el reconocimiento implícito de que los franciscanos del conventet no se hallaban en aquel tiempo dedicados a funciones de guía espiritual de las monjas, sino tan solo a la asistencia de la iglesia (Monreal, p. 31).

La regla del papa Urbano IV ya había intentado definir la jurisdicción de las fundaciones de clarisas. A partir de la nueva regla se disponía que los conventos femeninos no dependieran directamente de los frailes menores, sino del cardenal protector, que tenía que ser el mismo que para la rama masculina. Bajo su gobierno quedaban todos los monasterios masculinos y femeninos, y todas las personas que vivían en ellos (Monreal, p.164). Aún así, se pretendía que los frailes se hicieran cargo del cuidado espiritual directo de sus hermanas

Se trata de un tema que genera muchas controversias historiográficas. La tarea que se exige a los frailes es actuar como confesores de las monjas, para lo cual se pide al ministro provincial que elija a 2 que considerase idóneos para ofrecer este servicio a los monasterios de su jurisdicción. Estos frailes debían ir al convento 12 veces al año, como apuntaba la regla. Además de la confesión, los frailes eran autorizados a dar la comunión y la unción de los enfermos y a celebrar las exequias; la misa, en cambio, podía ser oficiada regularmente por un sacerdote adscrito al monasterio (Monreal, p. 164). También había un visitador y un predicador para los monasterios femeninos. Se recuerda en esta carta de san Buenaventura, general de la orden, que estos servicios los realizarán los frailes por gracia especial, no por obligación (Monreal, p. 165).

En 1296, una bula del papa Bonifacio VIII dispuso que las monjas volvieran a depender directamente de los superiores de los frailes (Anna Castellano, Pedralbes a l´Edat Mitjana, Història d´un monestir femení). Las relaciones entre las dos ramas de la Orden no parecen haber sido especialmente conflictivas, al menos hasta finales del s. XIV, si nos centramos en observar los lazos que el monasterio de Pedralbes sostuvo con los frailes del convento de sant Francesc de Barcelona. Pero en el caso de Pedralbes el nexo con los franciscanos se daba por partida doble (Castellano, p. 169), al hallarse asentada al lado de la comunidad de mujeres la pequeña comunidad de franciscanos que tenía como misión única y expresa la de velar por las necesidades de las monjas. Castellano considera necesario tratar los dos puntos por separado, ya que las relaciones que se dieron entre las dos comunidades fueron obligadamente diferentes. Indica que "desde la fundación del monasterio, se observó siempre la presencia de un fraile al lado de / junto a las monjas, ya fuera del conventet o venido del convento de los frailes de Barcelona, presidiendo junto a la abadesa / al lado de la abadesa todos los actos relevantes de la comunidad. Era potestad del ministro provincial, o de un delegado suyo, el control de las finanzas del monasterio. Siguiendo estas prerrogativas, suele observarse la presencia de uno o diversos frailes al lado de la abadesa y de las monjas que formaban el capítulo, en muchos de los documentos que hacen referencia a temas económicos".

Los frailes, a pesar de su dependencia económica del monasterio, dependían jurídicamente del padre provincial.

Anna Castellano considera que la convivencia de los presbíteros y los frailes del “conventet” de Pedralbes era difícil (Castellano, Pedralbes a l´Edat Mitjana, Història d´un monestir femení, p. 174):  "Los frailes asentados en Pedralbes dependían en última instancia de los superiores franciscanos, y a pesar de vivir al margen de la comunidad principal formaban parte del tronco común, por lo cual se encontraban involucrados en todas las vicisitudes que afectaban a la orden. Los frailes instalados en Pedralbes formaban parte de la corriente que dentro del franciscanismo se denominó conventualismo. En muchos de los documentos aparecen mencionados bajo este epíteto para distinguirlos de la otra facción, los espirituales. La existencia de las dos tendencias se encuentra detrás de los conflictos que finalmente afectaron a las monjas a finales de siglo".

Continúa la autora, con la obligada cuña feminista, afirmando que "los desacuerdos que se producían en Pedralbes eran más de orden interno, generados por la propia convivencia, a pesar de que, detrás, permanecía subyacente el problema de la relación entre los dos sexos. Primero la reina y, después, la abadesa, disponían sobre qué derechos y qué obligaciones (Castellano, p. 176) debían tener los frailes y, aunque éstos no estuvieran obligados como los presbíteros a rendir reconocimiento de obediencia a la abadesa, su autoridad entra incuestionable en el seno de la comunidad (p. 177)". A pesar de que los frailes franciscanos tenían la misión universal de predicar, la de los frailes instalados en Pedralbes era únicamente ofrecer servicio espiritual a las monjas; incluso parece que, si los presbíteros podían ejercer otras funciones dentro del organigrama del monasterio, no así los frailes, que se limitaban a ser los confesores de las monjas y a rezar y oficiar misas después de haber sido ordenados presbíteros. Tampoco parece que se les asignasen funciones fuera del monasterio, ya que para éstas se solía recurrir a los frailes del convento de Barcelona, aunque entre los gastos de la comunidad se preveía la posibilidad de que estos frailes hubiesen de salir del conventet para hacer algunas misiones fuera, como también podían hacerlo los presbíteros.

A pesar de afirmar explícitamente que los frailes del conventet dependían jurídicamente de su superior provincial, Castellano no tiene reparo en decir que "la dependencia de los frailes y presbíteros respecto de las monjas era total (Castellano, Pedralbes a l´Edat Mitjana, Història d´un monestir, p. 177); de manera que, prácticamente, se podría hablar de un “monasterio doble” como los que se habían constituido en la alta edad media, como sería el caso de Fontevrault, pero a diferencia de aquellos, en que hombres y mujeres seguían una misma regla, en Pedralbes, a pesar de pertenecer a un tronco común, seguían dos reglas diferentes, una para las mujeres y la otra, para los hombres". No coincido en absoluto con esta idea. Creo que no tiene nada que ver un "conventet" de frailes menores junto al monasterio de monjas clarisas con una comunidad doble como Fontevrault. Trataremos sobre ello en las conclusiones.

En el caso de los presbíteros, su máxima autoridad era el obispo, a pesar de que al aceptar un beneficio en Pedralbes tenían que rendir obediencia a la abadesa siguiendo una fórmula que se encuentra recogida en un manual del monasterio y que recitaba la abadesa con el consentimiento posterior del presbítero (Castellano, p. 178). Un pequeño escrito que se encuentra también en un legajo decía que la reina estipuló también que, en caso de que los presbíteros no cumpliesen lo que juraban, se les podría privar de la ración correspondiente de pan, vino y companaje (vianda que acompaña el pan), durante tantos días como la abadesa y el convento juzgasen conveniente, y si el presbítero en cuestión seguía con su rebeldía, se le podía sustituir en el cargo por otro. "Esta sumisión - sic - generó, ya en vida de la reina, algún problema, y aunque ningún documento lo detalla, fue el motivo que llevó a la reina a escribir el texto que hemos denominado Remodelación de 1345. En el texto se dejaba muy claro que tanto los frailes como los presbíteros tenían únicamente dos misiones: por una parte, rezar por las almas de los fundadores del monasterio, el rey y en su momento la reina, y por la otra, atender las necesidades espirituales de las monjas, ya que a ellas les estaba vetado poder ejercer cualquier servicio ministerial". Entiendo que Anna Castellano, siendo archivera en el monasterio de Pedralbes y habiendo trabajado extensamente sobre la historia del cenobio, posee abundantes conocimientos al respecto. Sin embargo, me parece absurdo que pueda aventurarse a realizar afirmaciones "aunque ningún documento lo detalla".

Siguiendo con el relato, Castellano narra que cuando la reina decidió efectuar la citada remodelación, lo hizo a ruego de los mismos frailes y presbíteros, y después de consultarlo con el mismo confesor de las monjas, en aquel momento fray Berenguer Cerdà, “jefe” / “cabeza” de la pequeña comunidad de frailes. También lo consultó con el ministro provincial, fray Ramón de Bas, y otros frailes de edad avanzada. Este detalle es suficientemente elocuente y muestra que, a pesar de su indiscutida autoridad, cuando se trataba de organizar la comunidad, la reina no tomaba ninguna decisión importante sin la consulta y autorización de los miembros principales, siempre masculinos, de la orden. Pero con la citada remodelación no parece que se acabasen los problemas de convivencia entre las dos comunidades, que iban resurgiendo periódicamente, por motivos diversos. Los conflictos se agudizaron a finales de siglo por causa del patronato de los beneficios instituidos a la iglesia del monasterio que, por mandato expreso de la reina, estaba en manos de la abadesa. Una vez más parece que hay que recurrir al descontrol que vivía la Iglesia durante el periodo cismático para poder explicar el alejamiento progresivo de algunos de los principios dictados por la reina en sus normativas. Uno de estos puntos era el del patronazgo de los mencionados beneficios y el derecho de la abadesa de escoger a los titulares. Desconocemos de qué manera los presbíteros pudieron arrogarse más prerrogativas de las que les tocaban sobre estos beneficios, pero en aquellos años, la abadesa había perdido el control.

Monreal (1971, pp. 52ss) relata cómo "la historia monástica de la comunidad franciscana establecida en el "conventet" de Pedralbes no discurrió siempre dentro de los límites de una estricta normalidad. Sucesos de orden político y confesional alteraron la convivencia de aquella media docena de frailes que servía a las damas clarisas del monasterio. A los pocos años de la muerte de la reina fundadora se habían advertido ya los primeros signos conflictivos entre la comunidad femenina y los clérigos beneficiados por cuestiones dispares (Monreal, 1971, p. 57). Diversos documentos de principios del XV reflejan la situación: un testamento de 1410 dispone 100 sueldos anuales al monasterio por la celebración de sufragios en favor de su alma, a repartir entre las monjas, capellanes y frailes menores. Hay muchas anotaciones similares en esos años, algo que contraviene la propia constitución del monasterio: ni las clarisas, ni los capellanes ni los franciscanos tenían facultades apostólicas para admitir fundaciones de personas privadas (Monreal, 1971, p. 58). La comunidad del "conventet", en particular, había de realizar su servicio eclesiástico sin otra compensación que la estipulada en las ordenanzas de 1334. De acuerdo con las exigencias del voto de pobreza (Monreal, 1971, p. 63), los 50 sueldos asignados anualmente a cada fraile venían siendo administrados desde la fundación del "conventet" por el padre guardián. "Estos problemas generales - continúa Monreal - tuvieron una plasmación muy concreta en la historia monástica del "conventet" de Pedralbes. Se sabe por la documentación que los 6 frailes que lo habitaban en 1426 pertenecían a la rama conventual. Ese mismo año, las monjas son excomulgadas, ferendae sententiae, por causa de su desobediencia a los mandamientos apostólicos (Monreal, 1971, p. 67).  La medida disciplinaria no incluía a la madre abadesa ni a los frailes, que se verían obligados, mientras se mantuviera la situación, a no penetrar en el monasterio, so pena de incurrir también en la excomunión. Por ello, la abadesa otorgó inmediatamente una autorización para que los franciscanos celebren misa en el conventet durante todo el tiempo que dure (Monreal, 1971, pág 68). 
En 1431 se publicó un recurso de los franciscanos observantes contra las mitigaciones de la pobreza concedidas a la facción conventual; las clarisas deseaban sumarse – nominalmente – al movimiento restaurador de la ortodoxia franciscana (Monreal, 1971, pág 68-69), pero al parecer se hallaban conformes con la presencia de conventuales en el "conventet". 

Monreal afirma que "a partir de la segunda mitad del XV se observa en la documentación (de Pedralbes) la relajación de las costumbres monásticas (Monreal, 1971, p. 64), que coincide con la gran crisis de la orden franciscanaSe produjeron conflictos entre las dos facciones formadas, los observantes y los claustrales. La acusación de los observantes a los conventuales se basaba en la supuesta relajación en la vida de éstos y su observancia de la Regla; de ahí su nombre como reformadores, Observantes. Monreal halló en un documento de 1466 un enfrentamiento entre la comunidad del "conventet" de Pedralbes y la autoridad provincial de los frailes menores. 

Las noticias acerca del conventet de Pedralbes son fragmentarias (Monreal, 1971 p. 69). "Pero se observa la situación creada en el monasterio durante la guerra entre Juan II y la aristocracia catalana: en 1465, el vicario provincial de la orden, Genís Despuig, prohíbe a uno de los frailes de Pedralbes, fray Sperachs, que continúe ejerciendo las funciones de confesor de las monjas. Seguramente se deba a que el provincial simpatizaba con los observantes, y el suspendido, no. Las monjas protestan, alabando a fray Sperachs, pero sin resultados. La tensión existente entre el provincial y los frailes del "conventet" estalló violentamente en 1466, fecha en que a través de un documento firmado por fray Juan Bernat se ordena a los conventuales que abandonen su residencia (Monreal, 1971, p. 71), alegando transgresiones en la clausura a causa de un episodio de peste. A causa de ello y del ambiente bélico, la comunidad fue trasladada, y en 1468 se estableció en el palacio episcopal. 
Al propio tiempo que se dicta pena de excomunión para las monjas; todo ello sobre la base de transgresiones de la clausura, motivadas por la aparición de casos de peste. Ante medidas tan graves, la abadesa replica que la comunidad se halla presta a cumplir el voto de obediencia, pero que considera en este caso que la orden ha emanado de persona carente de autoridad para darla. No sirvió de mucho: durante el mismo año, y so pretexto de que el monasterio no reunía las condiciones de seguridad requeridas en aquellos tiempos bélicos, la comunidad fue transferida al convento barcelonés de san Juan de Jerusalén y, en 1468, al palacio episcopal. Si la disputa fue motivada por la disputa entre observantes y conventuales sólo puede ser objeto de especulación (Monreal, 1971, p. 72); pero en 1472, un grupo de clarisas y los frailes ya habían retornado a Pedralbes. Tras este paréntesis, que incluye la guerra, el conventet pasó a ser habitado conjuntamente por conventuales y observantes (Monreal, 1971, p. 73-74), situación que sin duda provocaría problemas internos y que refleja un decidido cambio de política por parte de las autoridades de la orden. 

En 1507 reavivaron las diferencias entre conventuales y observantes. El rey Fernando el Católico intervino, asignando el conventet, hasta entonces habitado por miembros de ambas ramas, a los observantes. Sin embargo, el conflicto no amainó y el papa Julio II sometió el "conventet" a la autoridad provincial de los frailes, dejando sin efecto la dependencia de la abadesa de Pedralbes.

Como vemos, la victoria de la observancia sobre la rama de los frailes y monjas conventuales no suprimió en el monasterio de Pedralbes la cura monialum, la atención espiritual y sacramental de las monjas.

                      

En 1971, cuando Monreal publica su obra en 4 volúmenes sobre el conventet, el edificio es residencia de una familia.

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